“El alma libre es rara pero la identificas fácilmente cuando la ves”
Charles Bukowski
La simplicidad de un camino es la celebración del andar. En el transitar se abriga la libertad de llegar y seguir, sin que ninguna de las dos acciones represente una pausa. Y el sitio donde morar no se limita a la obra sino a los espacios que genera. La relación exterior e interior se diluye para dar continuidad al ser en su entorno. Se crea entonces un lugar donde vivir, estar o pasar.
Los proyectos se desarrollan reconociendo el potencial del ambiente. La estructura se levanta a partir del ritmo de la naturaleza. El lujo es la ostentación del juego de la luz, una bella vista, materiales naturales, alturas enaltecedoras y espacios amplios. La elegancia es la sencillez del paso del día. Hay un amable encuentro con la austeridad que prospera en la honestidad de las formas y las texturas.
Las paredes se forjan al tiempo que la maleza crece. Las ventanas y puertas son vacíos que permiten iluminar y relacionar las áreas. El viento se prolonga en su caminar para ser la brisa que despierta las suaves aguas de la piscina y la luz se estira para ser la sombra que cae sobre el mesón de la cocina. El cuarto acoge el silencio de los cuerpos alongados. La terraza expulsa las siluetas a punto de enredarse en las palmeras. El baño donde hay piel, desnudez, cuidado personal, es el lugar para mostrarse y no esconderse. Una arquitectura desinhibida que encierra libertad, goce, calma y reflexión.
En cada unidad los sobrios detalles emergen de las entrañas de la madre tierra: piedras, maderas y metales que se erigen como espigas en el monte. Los colores descansan fieles a la calidez de los materiales: marrones, grises, verdes, blancos. Se despliega una danza en la imperfección de lo natural. El contacto corporal con los espacios plantea la posibilidad de transformación, acción, flexibilidad y espontaneidad. Así, con mucha gentileza el diseño se entrega a las vivencias, experiencias y recuerdos. Las piezas no dictan cómo vivir sino cómo las quieres vivir.
El cuido del proyecto pasa por la protección del vínculo humano con la estructura. El objetivo es hacer valer las sensaciones; ver entre rendijas al sol besar la fachada, seducir la cotidianidad en la ducha de la mañana, orillarse en la serenidad de una tarde o dejar los pies desplomarse en la irregularidad de la piedra. Los movimientos se registran en la claridad espacial de una arquitectura casi imperceptible… Estas son casas o lugares, donde su dueños o transeúntes, viven o están, como ellos quisieran.
P.D. En el Atelier De Yavorsky es posible entrar por el techo, mirar por la puerta y soñar por la ventana
valentina maninat